Max Murillo Mendoza El grupo corporativo más peligroso es el de los choferes o dueños del transporte privado, que apoyaron a todos ...
Max Murillo Mendoza
El grupo corporativo más peligroso es el de los choferes o dueños del transporte privado, que apoyaron a todos los gobiernos dictatoriales e incluso le pidieron la medida de sus pantalones, a uno de los dictadores más ignorantes y corruptos que hubo. Hoy son MASistas, por supuesto, como muchos grupos corporativos poderosos que no tienen ideología alguna sino intereses y negocios poderosos. Pero como la política es el reino del fin justifica los medios, fueron fácilmente aceptados en las filas del MAS: los votos valen oro, aún vengan de mafias organizadas. Y estos días se destapó otra forma de corrupción desde el gobierno: cupos de millones de Vías Bolivia para dirigentes del transporte, para pagar lealtades políticas.
Los empresarios del transporte hoy MASistas, tienen un recorrido espectacular políticamente. Pueden saltar desde sus posturas fascistas, como en las dictaduras militares, hasta ser hoy MASistas dizque en favor del “progreso de cambio”. Quiénes les aceptaron en el mas no son precisamente ingenuos, todo lo contrario. El fin justifica los medios tiene un poderoso atractivo cuando en realidad no existen cambios profundos. Porque se requiere el aporte de la experiencia gansteril, precisamente para fortalecer los niveles de los negocios, de las apuestas empresariales que nada tienen que ver con lo ético de la política. Es decir de la política de izquierdas que aún todavía en teoría se dice en favor de los desposeídos. La realidad es ciertamente más dura que las ideas soñadoras, y la realidad es que los discursos actuales nada tienen que ver con lo que está ocurriendo.
Los pasillos del poder en un país como Bolivia, no deja de ser de quiénes tradicionalmente fueron los dueños por siglos y siglos, en ese tufo profundo de la historia tradicional. Historia tradicional que no ha cambiado un ápice en estos años, se ha fortalecido y enriquecido de a poco precisamente con grupos empresariales anti-nacionales y anti–populares, que hoy pueden farrear con la chusma por estrategias de poder más populares y socialistas. Y esos cuentos de que se puede cruzar así nomás siglos de desprecio y explotación, son los engaños más profundos de los “ingenuos” del MAS. Porque han perdido, muchos de ellos, las nociones de lo que significa cambios, revoluciones y transformaciones históricas.
Pues sí, al parecer los mandarines de la historia tradicional siguen vigentes. Se han puesto la camiseta de moda, porque están entrenados para esos escenarios del teatro político. Son los mejores actores y los mejores comediantes de la palabra. Pueden cambiar sus vocabularios en función de las épocas y las políticas reales. Saben que en este país no existen políticas de Estado sostenibles, sino intentos variados para manguear las arcas. Porque todas las riquezas nacen del saqueo clásico del Estado. Y como también hay el folklor de la complicidad colectiva, las cosas están al servicio de dichos mandarines. Entonces empresarios del transporte, mineros cooperativistas, agroindustriales, contrabandistas y de otros oficios sicilianos están mejor atendidos que nunca.
La ausencia de institucionalidad de Estado fortalecida en estos años por estos grupos, han logrado su objetivo: mantener tal como estaban las cosas antes de 2005. Ciertamente han apoyado grados de cemento y piedra: carreteras, empedrados, cemento por doquier y edificios. Sin embargo, nada ha cambiado de la calidad de los servicios, de la calidad del trabajo, de la calidad institucional, en definitiva, de la calidad humana. La maquinaria corporativa ha corroído a todo lo posible, y no ha dejado pensar el proceso, no ha dejado fluir a las ideas porque no era posible. En esa línea es lógico que en este proceso no existan intelectuales, pensadores, creadores y poetas del mismo. Porque lo corporativo ha matado el espíritu y los deseos más humanos de cualquier cambio social. Por tanto, las instituciones están contaminadas e inundadas por mediocres, burócratas de la tradicionalidad, cuates de lo corporativo, en el silencio más cómplice posible con esa maquinaria.
Lo corporativo ha matado a la crítica; que era necesaria para recrear lo más importante de cualquier proceso serio de cambio: su propio cambio, su propia profundización. En este sentido, pues no se ha aprendido de otros procesos anteriores. Otra vez, las izquierdas no han estado a la altura de los acontecimientos, como en la revolución del 52; como en la Asamblea Popular del 71 o en la UDP de los años 80. Se han tragado las teorías del mal menor, para no pensar alternativas más serias y viables.
Bolivia no es una isla, lo que ocurre en el contexto internacional afectará de manera dramática en el país. Las imposturas y errores se pagarán muy caro, porque nuestra periferia no ha cambiado en nada. Y a pesar de haber sido los mejores alumnos en crecimiento macroeconómico, no ha servido para generar estrategias propias y genuinas, o para cambiar al Estado patrimonialista y colonial, por definición corrupto y corroído por lo corporativo.
Al parecer el Mito de Sísifo nos persigue a lo largo de toda la historia, porque debemos empezar y empezar otra vez, para cambiar definitivamente las lógicas perversas de la historia tradicional, que nos agobia y explota en el rostro como un destino cruel e injusto. Felizmente nuestra memoria larga nos recuerda que debemos ser cautelosos, desconfiados de esos teatros del Estado occidentaloide fracasado y pigmentocrático. A pesar de tener el futuro cuesta arriba, tenemos que pensar en la recreación de nuestras propias lógicas, de nuestras propias historias que devienen de milenios y siglos antes de la invasión y el engaño corporativo.
La Paz, 9 de febrero de 2019
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